El ejercicio físico, la buena hidratación y una dieta equilibrada son claves para cubrir las necesidades del organismo. Una nutrición sana y balanceada ayuda a prevenir enfermedades y a tratar patologías digestivas severas.
Producto de las exigencias laborales, los compromisos sociales o los deberes domésticos, muchas veces la vida moderna puede conducirnos al sedentarismo y a alimentarnos de forma desordenada. La falta de tiempo y el ritmo acelerado de nuestras rutinas pueden atentar contra hábitos positivos, como hacer ejercicio físico regularmente o consumir una gama variada de alimentos.
Una nutrición completa y equilibrada representa el punto de partida para aspirar a tener una buena salud digestiva. Alimentarse no es solamente comer para saciar el hambre, sino una actividad mucho más compleja, en la que intervienen factores sociales, culturales, económicos, entre muchos otros.
Los alimentos que consumimos a diario pueden dividirse en cinco grupos fundamentales: cereales y legumbres; frutas y verduras; lácteos; carnes y huevos; y grasas y azúcares. Una combinación equilibrada de todos ellos -equilibrio que varía según las necesidades de cada persona- ayuda a prevenir o a tratar enfermedades del tracto digestivo, como los GIST y las hepatitis.
Alimentación sana en los tratamientos contra el cáncer
Los Tumores del Estroma Gastrointestinal (GIST, según sus siglas en inglés) se desarrollan en las células conectivas del tejido blando ubicado en el tracto gastrointestinal y aparecen con mayor frecuencia en el estómago (entre el 40% y el 70% de los casos) y en el intestino delgado (entre el 20% y el 40% de los casos), aunque también pueden detectarse en el intestino grueso, en el recto, en el duodeno, en el esófago y en la cavidad abdominal.
Una nutrición cuidada, específica y balanceada es especialmente importante para personas que padecen GIST, ya que tanto la propia enfermedad como las terapias pueden modificar considerablemente sus hábitos y necesidades alimenticias. Los pacientes que logran comer de forma ordenada y siguiendo las recomendaciones médicas, generalmente logran sentirse mejor, además de mantener su peso, conservar su energía, tolerar mejor los efectos secundarios de los tratamientos y sanar con mayor velocidad.
En la lucha contra el cáncer es fundamental obtener nutrientes de distintas fuentes de alimentos. Tras cirugías, quimioterapias o radioterapias, los pacientes necesitan más proteínas de lo usual, que se encuentran presentes en cortes magros de carnes, huevos, productos lácteos bajos en grasa, nueces o lentejas secas. También requieren grasas monoinsaturadas (aceites de oliva o canola) y grasas poliinsaturadas (aceite de maíz, semillas de lino, mariscos), mientras que es conveniente evitar las grasas saturadas o las grasas trans.
En cuanto a los carbohidratos -la principal fuente de energía para el cuerpo-, los especialistas recomiendan frutas, verduras y granos enteros, que proporcionan tanto minerales y vitaminas, como fibras y fitonutrientes. Buenas dosis diarias de agua, por su parte, son vitales para cuidar la salud digestiva: todas las células del cuerpo necesitan agua para funcionar. Además, algunos pacientes pueden necesitar cantidades extra de líquido debido a los vómitos o diarrea que provocan determinados tratamientos oncológicos.
Prevención y tratamiento de hepatitis
Además de mejorar la calidad de vida de pacientes con GIST u otros tipos de cáncer, una buena alimentación también ayuda a mantener la salud digestiva en pacientes que padecen hepatitis. Existen cinco tipos de virus hepáticos diferentes, asociados a una letra del alfabeto: las hepatitis A, B, C, D y E tienen como común denominador la inflamación del hígado, aunque cada una de estas cuenta con características distintivas, además de tratamientos y cuidados específicos.
Quienes contraen hepatitis también deben consumir una amplia cantidad de proteínas diarias (cerca de 1,5 gramos por kilo de peso), presentes en carnes blancas -evitar el cerdo y la carne vacuna-, pescado, huevo, legumbres y verduras. Además, carbohidratos como el maíz, los frutos secos, el arroz o los cereales también pertenecen al listado de alimentos saludables para el hígado.
Los especialistas recomiendan el consumo de aceite de oliva (en lugar de manteca u otro tipo de grasas saturadas) y de café, que puede ayudar a frenar la evolución de la enfermedad gracias a su poder antioxidante y antiinflamatorio. Por otro lado, los especialistas aconsejan a pacientes con hepatitis, no consumir alcohol, embutidos, azúcar refinada, mayonesa y comidas precocidas.
Otro factor que es importante tener en cuenta para prevenir este tipo de patologías es el estrés. En ocasiones, los problemas gastrointestinales se relacionan directamente con las emociones no procesadas y no tanto con la alimentación.
Las terapias modernas junto con una alimentación equilibrada y recomendada por especialistas médicos, son grandes aliados en la lucha contra las hepatitis y los GIST. La inversión en investigación y desarrollo de nuevos tratamientos, así como el ejercicio físico y pautas claras para una correcta nutrición de los pacientes son el mejor camino a seguir. Sin dudas, podemos confiar en los consejos de la ciencia para que nos ayuden a cuidar nuestra salud digestiva y tener una calidad de vida cada vez mejor.
Junto con el ejercicio físico diario y una buena alimentación, los tratamientos modernos ayudan a cuidar la salud digestiva de pacientes que sufren diversas patologías.